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martes, 7 de octubre de 2008

Capítulo 9: Descenso sin retorno.


Hago un pausa en la lectura y tomo un largo trago de cerveza. El living está cada vez más helado.


Esa historia... me trae recuerdos de algo, de un sentimiento que sepulté hace meses, desde el atentado en donde los guerrilleros árabes se agarraron a balazos con los militares en las mismas calles donde paseaba con mi ex.


Hay un recuerdo... que no quiero que salga. Borré algo, y no quiero recordar que. Mejor me levanto un rato, no me siento bien... algo se aproxima.


¿Que mierda me pasa? Siento el pecho apretado, y se mueve a la garganta, y a mi boca, y ahora en mis ojos, y mi cabeza. Algo se arrasta por mi cerebro... puedo sentir su roce... ¿Me está oliendo? ¿Que cosa tengo en mi cabeza?


Terror. Los escalofríos me recorren todo el cuerpo, y otras cosas también, bajo la piel, entre los músculos. Los siento reirse de mi, son como cucarachas. Están en todos lados. ¡Paren, paren que me están quebrando los huesos!


Grito y grito y grito. "¡Michael!" y lucho y me caigo y me tapo el pecho para evitar que aquello salga, que tome conciencia. Que dolor Dios mío, que dolor. ¡No puedes salir, no no no no!


El libro me quema las manos, y lo arrojó lejos. Tras mis párpados las letritas se multiplican como hormigas: cambian, mutan y hacen colonia frente a mi cornea. Se tomaron mis nervios ópticos y reptan lenta y ciegamente hacia el cerebro, hacia donde no los podré sacar más.


Llevo mis manos como garras hacia mis ojos. Sí, si me los arranco no llegarán, no se alojaran. Sí, eso, debo arrancármelos.


Ah, mis uñas están rozando la piel de las mejillas. Se sienten duras y frías y crueles. Me arrancaré todo de un tirón y gritaré de agonía, chillaré mi dolor y mi ceguera y luego, caeré. Pero las letras no se tomarán mi cabeza.


Ahí están, estoy palpando mis globos oculares. Las hormigas se revuelven histéricas, saben que las voy a sacar.


Sólo valor, sólo un tirón.


Un tirón fuerte, rápido. Ahora.



No puedo, no puedo hacerlo, no puedo hacerme esto.


Dios, apiádate de mí por favor.



Pobre chico. Esa cosa que tiene adentro está despertando. Aún no es tiempo. Duerme, criatura, duerme por ahora. Eso es, quédate quieta.


- Hey, muchacho.


- ¿Mmm?


Un suave aroma, cálido y fresco como la luz de la mañana, recorre mi piel. Siento paz, bienestar, y detrás de eso, una presencia fuerte y enorme. ¿Qué me está pasando? No quiero abrir los ojos, estoy comodo y protegido, estoy en mi casa, en mi útero. Déjenme aquí.


- Muchacho, Martin, despierta.


- ¿Mmm?


Hago un esfuerzo supremo, y sólo veo una luz pálida frente a mí. Una luz en medio de la oscuridad. Me refriego los ojos y por un instante siento pavor de sacármelos con mis propias manos. Las retiro con rapidez, ¿Qué me está pasando?


¡Y ella quien es!


- Hola, no te asustes. Soy Alexandra.


Le balbuceo una respuesta a ella, o a eso. Sobre mí hay una mujer hermosísima, de rasgos finos y cara delgada y larguísimo pelo plateado, que brilla.


Si, brilla, como si fuera la luna. Blanca como una estatua griega, con aplicaciones de plata y dos zafiros por ojos. Blanca como el fulgor de una estrella en la más oscura de las noches, como el camino que lleva a casa en la oscuridad.


- Hola.


- Tengo poco tiempo. Quiero que le digas algo a Johnny. Dile que lo siento mucho. Siento el desastre que dejé. Es mi culpa.


- Ok.


- Cállate y escúchame, por favor. Que no se te olvide lo que te voy a decir ahora. Dile que mi padre volvió, me habló desde algún lugar y me llama. Dile que voy a buscarlo.


- Llegó tu padre, bien.


- ¡No, no llegó! ¡Está en algún lado, escapó! Dile que siento mucho lo de la explosión, y que lo quiero.


- Ok. Se lo diré


¿Se lo diré? ¿A quien tengo que decirle que cosa? La chica hermosa, el fantasma de luz de luna, sale de mi espectro visual, y me incorporo. Estoy sentado en el suelo, con la sensación de que algo muy malo estuvo a punto de pasarme. ¿Y por que mierda estoy en el suelo? Yo estaba leyendo la historia de ese tipo...


Johnny Rotten.


Ahora empiezo a recordar lo que me paso. Me desmaye.


- ¡Hey!


Se fue. Quien quiera que sea, desapareció. Un fantasma con un mensaje para un muerto que escribe en un libro que cuenta historias. Nadie va a creer esto. Mejor me voy a dormir, y bien lejos de ese atado de problemas con hojas.


Buenas noches.



Estoy en el centro del único foco de luz. Afuera de él, la nada, el vacío, la inexistencia, lo mudo.


Y algo viene acercándose desde ahí.


Me parece que repta, aproximándose a los límites de la luz. Es algo negro, que ondula en el aire.


Se acerca más. Hago vista porque estoy cegado por la luz. Y aquello que está ahí se yergue sinuosamente trazando reflejos opacos en la oscuridad.


"Bienvenido"


- ¿Quien eres tu?


Esta entrando. ¡Está entrando! ¡La luz no lo detiene! ¡No tengo defensa contra él!


"Tranquilo"


Me habla un hombre con túnica y capucha. Veo su rostro, pero no puedo distinguir sus rasgos. Es como si tuviera cara pero en realidad no tuviera nada definido. Ni el color de sus ojos ni la forma de sus pómulos ni su nariz ni nada. Sólo parece viejo. Tiene sus manos metidas en las mangas y se las cruza sobre el estómago.


"No entres en la oscuridad o te consumirá y nunca más serás tú"


- Quien eres tú ¡Quien eres tú!


"Tengo muchos nombres, pero tú me conoces simplemente como el Libro"


Caigo de rodillas sin aliento. Sobre él y a su alrededor, se trasparentan unos símbolos. Los conozco, los leí en ese libro de mierda.


Estoy perdido.







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