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jueves, 9 de octubre de 2008

Capítulo 12: Juan Segura, segunda parte


¿Que es esto? ¿Que diablos estoy leyendo?


"La primera transformación de Juan Segura"


- ¿Y quien te preguntó a ti?


"Tú lo hiciste. No te diste cuenta. Hiciste una pregunta que sólo yo puedo responder"


- Si, y tú eres muy listo. Lo sabes todo, tooodo lo del universo.


"No particularmente de éste, pero si de muchos otros"


Chistoso, que bien, un libro con sentido del humor, y justo me tenía que tocar a mí.


Hay algo extraño en este relato... algo me está empezando a asustar.


- ¡Ah, tienes más!


"Si quieres detenerte, está bien"


- No, dale. Veamos en que termina esto de Juan.


"

Ahora en este punto… Tengo que confesarles algo…


No sé muy bien como relatarles los eventos que siguieron aquel día. Aún hoy no los tengo claros. De hecho ni siquiera tengo claro que fue cierto y que no. Esa parte de mis recuerdos están, aún hoy, plagados de imágenes sueltas y difusas. Como trozos inconexos de un espejo que se ha roto.


Con los años, mi mente había querido que lograra reunir algunas de las piezas de esa noche desquiciada. Las fui juntando de a poco, como fragmentos desperdigados que se recogen del suelo. Se fueron reuniendo con lentitud; un recuerdo aquí, una imagen allá… nada demasiado concreto, solo cosas al azar. Atroces. Sombras que me asaltaban en mis noches febriles, o cuando las pesadillas se colaban en la vigilia de mis sueños más oscuros; sueños que me atormentarían durante todos los años que siguieron a esa noche. Fue un proceso lento; los días se hicieron semanas, las semanas meses, los meses años…


Hasta esa noche. Hace tres meses. Cuando el mundo, nuevamente, decidió volverse loco.


El primer recuerdo que me viene a la mente, es un tejado. Estoy mirando desde un tejado altísimo las calles de la ciudad. Mis ojos alargan la mirada hasta distancias imposibles; y lo veo todo…a todos… en todas partes.


En lo alto de un cielo negro y sombrío, se extiende el caos. Bajo el manto negro de nubes enrojecidas; bestias infernales y maquinas voladoras combaten a muerte en un sin fin de espirales llenas de relámpagos atronadores, estallidos y estridencias. El viento, cargado de un aire espeso, revuelve mis ropas; por un breve momento, estoy devuelta en el desierto de mi infancia, en esas noches de verano interminables cuando el calor arreciaba y el aire parecía caldeado y seco. Pero no. No es ese lugar, estoy en otro lado, a miles de kilómetros, y por vez primera, reconozco lo infinitamente ajeno que me siento en estas calles. Soy peregrino en una tierra maldita.


Abajo, las personas corren desesperadas y se extiende la locura, el terror y la muerte. Hay saqueos, autos en llamas, victimas en el suelo arrastrándose buscando angustiosamente un refugio, una salvación o al menos la muerte; algunos la encuentran… otros no. Paseo la mirada por los edificios que me rodean hasta que una ventana me regresa la mirada. Veo un rostro severo; las facciones broncíneas de un halcón de ojos dorados, que me mira enfurecido desde el otro lado de la ventana. Soy yo… es mi reflejo… la imagen inclemente de un alfil demoniaco contemplando la agonía de un mundo condenado. A mi espaldas, el cielo esta en llamas por la batalla y la guerra; mientras en tierra, los hombre luchan y mueren en las entrañas de una ciudad, que sufre la cólera del cielo por sus pecados.


El siguiente destello de mi mente, me lleva a un callejón oscuro y vertiginoso; voy a la carrera entre los despojos; la mayoría humanos… pero no todos. El suelo de cemento gime bajo el peso de mis pies de bronce, devolviéndome ocasionales chispazos de protesta; las bestias infernales recorren calles y callejones, castigando el pecado, en esta, una ciudad llena de pecadores. Tras de mi, quedan calles y calles llenas de rincones negros, atestados del olor de la carroña, la miseria y la muerte. Y corro, arrastrado por el instinto del animal, en la persecución desenfrenada del sonido reptíleo de las alas que castigan.


Me sonrío desde un rincón en sombras. Voy siguiendo al cazador que no sabe que es seguido; lo veo moverse. Es pesado puede que mas que yo; lo veo hundir el asfalto varias pulgadas al tocar tierra después de un picado. Y lento; le toma varios segundos plegar las alas y voltearse para entrar en el callejón. Además es fuerte, muy fuerte; lo veo destrozar los contenedores de basura como si fueran de cartón, los tres hombres parapetados tras el contenedor se arrastran frenéticos buscando donde guarecerse, la larga hoja de la lanza corta a uno de ellos limpiamente, sin dificultad alguna, es afilada, muy afilada. Es resistente; recibe dos disparos directos, RPG-7 cohetes antitanque, apenas lo mueven. Yo lo miro con paciencia; es torpe, no piensa rápido, sólo busca y destruye.


Un momento. Recuedo ese momento. ¡Yo estaba ahí! ¡Y esa cosa... mató a Mark... ahora recuerdo, ahora lo recuerdo todo! ¡Era negro, gigante, como un puto buitre con armadura! ¡Y me agaché, y en un segundo tenía a Mark en mis brazos, y sus piernas en otro lado! ¡Y se puso a llorar en mis brazos y yo gritaba y lo solté y se me murió ahí, frente a mis ojos, mirándome! ¡No fue mi culpa Mark, me asusté amigo! ¡Y el otro tipo no lo conocía tampoco, yo... yo no sabía que hacer, yo sólo...


"Tranquilo. Lo se."


- ¡Cómo que tranquilo libro de mierda! ¡Se me murió mi amigo en mis brazos partido por un monstruo de quizas que infierno, del que seguramente lo sacaste tú y me vienes a mortificar a mí! ¡Eso es, de eso se trata! ¡Eres Satanás! ¡Pues no te llevarás mi alma! ¡No señor, no a Martin MacArthur! ¡MacArthur como el General, que era tío mío!


"Te equivocas. No es por eso que te muestro este escrito. Leelo hasta el final"


- ¡Me niego!


"Entonces te quedarás aquí hasta el final de tus días"


Maldito, maldito y mil veces maldito.


- ¿Queda mucho?


"Está terminando"


- Ok, veamos que quieres mostrarme, hijo de puta.


"Busco altura y doy un salto. Alcanzo la escalera de incendios del edificio de enfrente y subo. El ruido no alerta al cazador; estoy lejos y la ciudad, sumida en le dolor y la agonía del castigo, ruge atronadora. Desde lo más alto del edificio miro al cazador, alargo la mirada profundamente, lo veo mover la lanza y cortar a otro, ya solo le queda uno. Lo que sigue es cámara lenta: Apoyo mi espalda con calma, levanto la mano tranquilo, respiro pausado y despacio; mi brazo-arma señala su frente desprevenida. Luego, en un segundo breve y efímero, hago el disparo, que recorre la calle y atraviesa su cráneo. Veo su cuerpo laxo e inerte balancearse y caer; golpea el suelo con un ruido sordo, mudo e inexpresivo; el sobreviviente mira hacia las sombras que me cubren, pero no logra distinguirme. Me embarga una emoción profunda e indescriptible, siento la alegría bullir dentro de mí. Es la cacería, estoy ansioso, ya quiero encontrar al siguiente blanco, ya quiero cazar nuevamente. Hay un sabor salino, a sangre, en mi boca… es como un vicio… casi lo puedo saborear.


El sobreviviente se arrastra desesperado hacia un callejón lateral, lo sigo con la mirada hasta que al doblar la curva lo pierdo de vista. Me debe la vida. Nunca lo sabrá. Decido seguirlo y ver adonde va. Si, lo admito. soy curioso. "


Estoy mudo.


No lo creo. Tiene que ser mentira.


"No, no es mentira. Es algo que tenías que saber"


- ¡Déja de meterte en mi cabeza!


"Esto que acabas de leer son sus notas, de puño y letra."


- ¿De Juan Segura? ¿No me lo estás inventado?


"No"


Mi Dios, mi Dios. Este monstruo... este monstruo.


Este monstruo me salvó la vida.






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