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martes, 14 de octubre de 2008

Capítulo 13: El nuevo Apostol


Estoy bajo un foco de luz cegador, con Yoda vestido de abuelo encapuchado, atrapado en un lugar que quizás donde queda y acabo de averiguar que un monstruo me salvó la vida de esas cosas que trajeron los árabes para pelear contra nosotros y nuestra libertad.


Mal, esto está mal.


- ¿Hay más para leer?


“Por el momento es suficiente. Noto confusión en ti”


- ¿Ah si? Me pregunto por qué será.


“¿No estás entendiendo lo que te estoy contando?”


- Fíjate que no, Libro. Las historias están entretenidas, pero no eres buen narrador, y que decir de tus modales de anfitrión. No me has dado ni un vaso de agua ni un hot dog para el hambre. Vergüenza debiera darte


“No las necesitas. Aquí no hay procesos fisiológicos que mantener, por lo tanto no puedes sentir ni hambre ni sed ni incomodidad física de ninguna clase”


- Ya veo… así que no puedo tener hambre, ¿verdad?


“Así es”


- Pues te informo que mataría a un Libro, que digo, a una biblioteca entera por un buen hot dog acompañado por una cerveza espumosa. ¿Qué me dices, ah, te parece una buena idea? ¿Matemos un viejo Libro y celebremos con una comilona?


“No vas a poder. Sólo estás frustrado y asustado. No te preocupes, no te haré daño”


- A ver, por si no has entendido… ¡No te tengo susto! ¡Quiero que me saques de aquí ahora, o vas a sufrir una muerte muy lenta y muy dolorosa, Libro de mierda!


“Ya conversamos esto antes. No vas a salir de acá hasta que leas todo”


Martin, no. No Martin, no lo hagas, no lo digas, detente hombre, cierra el pico, no animal no no no ¡Nooo!


- ¡Y por qué mierda es tan importante que me aprenda tu imbecilidad de historia, ah!


“Porque tú vendrás a reemplazarme”


¡Te lo dije idiota! ¡Te lo dije!


Acabo de quedar mudo. No puedo pasar ni una letra por la garganta, porque de repente se me achicó.


- Pero… pero… ¿por qué yo?


La voz apenas me sale. No me da ni para putearme.


Y el Libro me colocó sus manos en la cabeza, y me mostró el universo. Vi el Cielo, y cuando quería quedarme, alcanzar a captar los colores imposibles que vibraban en todo mi ser, me arrebata de esas visiones un segundo, sólo un segundo antes de quedarme ahí para siempre, en la Gloria.


Y vi el infierno, y las imágenes eran inenarrables de dolor y sufrimiento y no podía cerrar mis ojos. Y lloraba cuando, justo un segundo antes de mi condenación, visitaba un nuevo lugar lleno de terror

.

Y visité otros lugares, y en cada lugar estaba sólo el tiempo justo para comprenderlos pero no para sentirlos. Y lloraba amargamente porque sí, y porque no. Y mi llanto eran letras y signos y números. Y lloraba sin compasión, como un niño. Lloraba porque estaba indefenso, y nadie en la existencia podría alguna vez consolarme. Porque los tenía a todos frente a mí, y a ninguno podía tomar, y de ninguno podía huir.


Y una voz detrás de mi cabeza me decía que todo eso estaba mal, mal, y que no me podía estar pasando eso. Porque no era justo.


Eso no era justo, no era justo.


No era justo. Y me lo repetía mientras las imágenes seguían llegando como un mar sin fin. Y entonces, toda mi existencia fue esa, y la ola de la creación me golpeó, y me ahogó.


Lo entendí todo, por un instante tan ínfimo que no cabía en ninguna descripción de tiempo. Entendí las cosas de éste universo y muchos otros, resolví todos los asesinatos, todas las ecuaciones, vi el final de todos los enigmas, y miré a Dios a los ojos.


Hasta le dije “hola”


Esto no es justo, escuché entonces en mi cabeza. Alguien, un ser del planeta tierra, repetía eso como un niño asustado a morir.


No es justo.


“Lo se”, le respondí, y baje a abrazarlo, y lo acuné. Poco a poco desaparecí, para siempre.


- ¡Que mierda pasa! ¡Cómo me botaste al suelo!


“No te boté. Tu te caíste”


- ¿Ah si? ¿Y cómo, que no me di cuenta?


“Te desmayaste cuando te conté todo lo que he visto”


- Buen intento Libro, pero no me vas a convencer. ¡Martin Macarthur no se desmaya nunca!


“Si tu lo dices”


- Bien, así me gusta. Oye, tú me hablabas de algo recién, ¿no?


“Si. Te voy a contar la historia del grupo de los Sobrevivientes, para que entiendas mejor lo que leíste y lo que vas a leer despues”


- ¿Y yo porqué tendría que saber esta historia? ¿Qué pretendes?


Tengo la impresión de haberle hecho esa pregunta antes.


¡Bah! El Libro se quedó callado. ¿Qué estará tramando? Mmm, creo que la respuesta no me va a gustar. Puta Martin, aprende a quedarte calladito, ¿Si? Con la boca cerrada te ves más guapo.


“Te lo diré cuando estés listo. Comencemos por el principio”


¿Y no me va a responder? ¿Por primera vez? A lo mejor, tampoco me gustaría su respuesta. Dejémoslo tranquilo un rato, compañero.


- Muy bien. Cuéntame tu famosa historia.


jueves, 9 de octubre de 2008

Capítulo 12: Juan Segura, segunda parte


¿Que es esto? ¿Que diablos estoy leyendo?


"La primera transformación de Juan Segura"


- ¿Y quien te preguntó a ti?


"Tú lo hiciste. No te diste cuenta. Hiciste una pregunta que sólo yo puedo responder"


- Si, y tú eres muy listo. Lo sabes todo, tooodo lo del universo.


"No particularmente de éste, pero si de muchos otros"


Chistoso, que bien, un libro con sentido del humor, y justo me tenía que tocar a mí.


Hay algo extraño en este relato... algo me está empezando a asustar.


- ¡Ah, tienes más!


"Si quieres detenerte, está bien"


- No, dale. Veamos en que termina esto de Juan.


"

Ahora en este punto… Tengo que confesarles algo…


No sé muy bien como relatarles los eventos que siguieron aquel día. Aún hoy no los tengo claros. De hecho ni siquiera tengo claro que fue cierto y que no. Esa parte de mis recuerdos están, aún hoy, plagados de imágenes sueltas y difusas. Como trozos inconexos de un espejo que se ha roto.


Con los años, mi mente había querido que lograra reunir algunas de las piezas de esa noche desquiciada. Las fui juntando de a poco, como fragmentos desperdigados que se recogen del suelo. Se fueron reuniendo con lentitud; un recuerdo aquí, una imagen allá… nada demasiado concreto, solo cosas al azar. Atroces. Sombras que me asaltaban en mis noches febriles, o cuando las pesadillas se colaban en la vigilia de mis sueños más oscuros; sueños que me atormentarían durante todos los años que siguieron a esa noche. Fue un proceso lento; los días se hicieron semanas, las semanas meses, los meses años…


Hasta esa noche. Hace tres meses. Cuando el mundo, nuevamente, decidió volverse loco.


El primer recuerdo que me viene a la mente, es un tejado. Estoy mirando desde un tejado altísimo las calles de la ciudad. Mis ojos alargan la mirada hasta distancias imposibles; y lo veo todo…a todos… en todas partes.


En lo alto de un cielo negro y sombrío, se extiende el caos. Bajo el manto negro de nubes enrojecidas; bestias infernales y maquinas voladoras combaten a muerte en un sin fin de espirales llenas de relámpagos atronadores, estallidos y estridencias. El viento, cargado de un aire espeso, revuelve mis ropas; por un breve momento, estoy devuelta en el desierto de mi infancia, en esas noches de verano interminables cuando el calor arreciaba y el aire parecía caldeado y seco. Pero no. No es ese lugar, estoy en otro lado, a miles de kilómetros, y por vez primera, reconozco lo infinitamente ajeno que me siento en estas calles. Soy peregrino en una tierra maldita.


Abajo, las personas corren desesperadas y se extiende la locura, el terror y la muerte. Hay saqueos, autos en llamas, victimas en el suelo arrastrándose buscando angustiosamente un refugio, una salvación o al menos la muerte; algunos la encuentran… otros no. Paseo la mirada por los edificios que me rodean hasta que una ventana me regresa la mirada. Veo un rostro severo; las facciones broncíneas de un halcón de ojos dorados, que me mira enfurecido desde el otro lado de la ventana. Soy yo… es mi reflejo… la imagen inclemente de un alfil demoniaco contemplando la agonía de un mundo condenado. A mi espaldas, el cielo esta en llamas por la batalla y la guerra; mientras en tierra, los hombre luchan y mueren en las entrañas de una ciudad, que sufre la cólera del cielo por sus pecados.


El siguiente destello de mi mente, me lleva a un callejón oscuro y vertiginoso; voy a la carrera entre los despojos; la mayoría humanos… pero no todos. El suelo de cemento gime bajo el peso de mis pies de bronce, devolviéndome ocasionales chispazos de protesta; las bestias infernales recorren calles y callejones, castigando el pecado, en esta, una ciudad llena de pecadores. Tras de mi, quedan calles y calles llenas de rincones negros, atestados del olor de la carroña, la miseria y la muerte. Y corro, arrastrado por el instinto del animal, en la persecución desenfrenada del sonido reptíleo de las alas que castigan.


Me sonrío desde un rincón en sombras. Voy siguiendo al cazador que no sabe que es seguido; lo veo moverse. Es pesado puede que mas que yo; lo veo hundir el asfalto varias pulgadas al tocar tierra después de un picado. Y lento; le toma varios segundos plegar las alas y voltearse para entrar en el callejón. Además es fuerte, muy fuerte; lo veo destrozar los contenedores de basura como si fueran de cartón, los tres hombres parapetados tras el contenedor se arrastran frenéticos buscando donde guarecerse, la larga hoja de la lanza corta a uno de ellos limpiamente, sin dificultad alguna, es afilada, muy afilada. Es resistente; recibe dos disparos directos, RPG-7 cohetes antitanque, apenas lo mueven. Yo lo miro con paciencia; es torpe, no piensa rápido, sólo busca y destruye.


Un momento. Recuedo ese momento. ¡Yo estaba ahí! ¡Y esa cosa... mató a Mark... ahora recuerdo, ahora lo recuerdo todo! ¡Era negro, gigante, como un puto buitre con armadura! ¡Y me agaché, y en un segundo tenía a Mark en mis brazos, y sus piernas en otro lado! ¡Y se puso a llorar en mis brazos y yo gritaba y lo solté y se me murió ahí, frente a mis ojos, mirándome! ¡No fue mi culpa Mark, me asusté amigo! ¡Y el otro tipo no lo conocía tampoco, yo... yo no sabía que hacer, yo sólo...


"Tranquilo. Lo se."


- ¡Cómo que tranquilo libro de mierda! ¡Se me murió mi amigo en mis brazos partido por un monstruo de quizas que infierno, del que seguramente lo sacaste tú y me vienes a mortificar a mí! ¡Eso es, de eso se trata! ¡Eres Satanás! ¡Pues no te llevarás mi alma! ¡No señor, no a Martin MacArthur! ¡MacArthur como el General, que era tío mío!


"Te equivocas. No es por eso que te muestro este escrito. Leelo hasta el final"


- ¡Me niego!


"Entonces te quedarás aquí hasta el final de tus días"


Maldito, maldito y mil veces maldito.


- ¿Queda mucho?


"Está terminando"


- Ok, veamos que quieres mostrarme, hijo de puta.


"Busco altura y doy un salto. Alcanzo la escalera de incendios del edificio de enfrente y subo. El ruido no alerta al cazador; estoy lejos y la ciudad, sumida en le dolor y la agonía del castigo, ruge atronadora. Desde lo más alto del edificio miro al cazador, alargo la mirada profundamente, lo veo mover la lanza y cortar a otro, ya solo le queda uno. Lo que sigue es cámara lenta: Apoyo mi espalda con calma, levanto la mano tranquilo, respiro pausado y despacio; mi brazo-arma señala su frente desprevenida. Luego, en un segundo breve y efímero, hago el disparo, que recorre la calle y atraviesa su cráneo. Veo su cuerpo laxo e inerte balancearse y caer; golpea el suelo con un ruido sordo, mudo e inexpresivo; el sobreviviente mira hacia las sombras que me cubren, pero no logra distinguirme. Me embarga una emoción profunda e indescriptible, siento la alegría bullir dentro de mí. Es la cacería, estoy ansioso, ya quiero encontrar al siguiente blanco, ya quiero cazar nuevamente. Hay un sabor salino, a sangre, en mi boca… es como un vicio… casi lo puedo saborear.


El sobreviviente se arrastra desesperado hacia un callejón lateral, lo sigo con la mirada hasta que al doblar la curva lo pierdo de vista. Me debe la vida. Nunca lo sabrá. Decido seguirlo y ver adonde va. Si, lo admito. soy curioso. "


Estoy mudo.


No lo creo. Tiene que ser mentira.


"No, no es mentira. Es algo que tenías que saber"


- ¡Déja de meterte en mi cabeza!


"Esto que acabas de leer son sus notas, de puño y letra."


- ¿De Juan Segura? ¿No me lo estás inventado?


"No"


Mi Dios, mi Dios. Este monstruo... este monstruo.


Este monstruo me salvó la vida.






Capítulo 11: Juan Segura, primera parte

"

PREFACIO

Han pasado casi tres días desde que regresamos de “allá”, y recién hoy he tenido el coraje de sentarme en mi escritorio a escribir estas cuartillas. Aún no se si seré capaz de hacerlo. Quiero empezar por alguna parte, y mi cabeza se revuelca en su propio mar de sombras alargadas, negándome una mirada clara a las cosas que he vivido las últimas semanas. Comienzo aquí entonces, el relato de lo hechos que me cambiaron la vida. Una cronología de estos últimos tres meses de locos (aún cuando de ahora en más tendré que “redefinir” el verdadero significado de esta palabra); situación que tal vez me obligue a incluir la relación de hechos que han resultado ser “mi vida” estos últimos 10 años.


Los comienzos son siempre lo más difícil de escribir, porque inauguran los espacios, definen las dimensiones, establecen los márgenes, y eso siempre obliga al escribiente a definirse. Empero ello, este principio; es decisión mía.


EL INICIO; LA NOCHE MÁS LARGA DE MI VIDA


La noche llegó de prisa ese día; un anochecer sórdido, lleno de ruidos, y con el aire espeso de las tormentas. Era una de esas noches de líneas imprecisas; llena de rincones oscuros, y sombras que se mueven entre los ebrios, los basureros y los vagos de los callejones. Me recuerdo caminando de prisa, por calles húmedas, hacia las bodegas del muelle. No era malo el empleo; pagaba las cuentas cuando no tenía casos en la oficina, y me mantenía ocupado; además, trabajar en los muelles en New York tenía sus ventajas, ya que podía acceder a cosas a las que, en “el mercado formal”, no tengo ninguna posibilidad de acceso. No vivía mal, pero estaba lejos de “el sueño americano” por el que había “cruzado el río” años atrás; había logrado poco en todos estos años: un departamentito mediano cerca de los muelles, una oficinita minima en la parte de arriba de local de comida china y una clientela más o menos estable de personas que, de vez en cuando, contrataban mis servicios para cosas simples; comprobar antecedentes, algún marido o novio celoso, buscar personas perdidas, cobrar alguna deuda; asegurar pertenencias. Con una cuota de 50US$ a la semana más gastos, hubo épocas en las que pensé que lo conseguiría. Pero esta ciudad esta llena de personas con sus sueños rotos; personas que vinieron aquí pensado en que cambiarían sus vidas bajo el cemento implacable, y se quedaron sin nada, subsistiendo apenas o muertas por las drogas o la violencia.


Llegué algo tarde al trabajo y el administrador se enfado; tampoco quería quedarse más de lo estrictamente necesario y ya casi era de noche, así que solo me dio las llaves me hizo una mueca y se fue. La noche comenzó como siempre; recorrí las bodegas, los cuartos de frío y las oficinas; cerré las puertas, aseguré las ventanas, conecté las alarmas y me hice café.


Cuando trabajas de noche en lugares como las bodegas del puerto de New York, te habitúas a las noches escabrosas, al bullicio apagado de las sombras; pequeños roedores escabulléndose por los rincones, carreras de gatos en los tejados metálicos. Son noches llenas de ecos imprecisos, ruidos apagados y sombras furtivas que esquivan los escasos faroles que aún funcionan en el muelle. Esa noche sin embargo todo era diferente, el aire marino se asomaba cargado de algo ancestral y profundo, algo que, a falta de otra palabra mejor, voy a llamar leyenda. Las nubes tronaron en la profunda oscuridad marina, y yo, desde mi escritorio, supe que algo estaba mal…. Terriblemente mal, luego la noche se cerró sobre las ventanas de la bodega y todas mis memorias se volvieron un montón de imágenes difusas y sombras en la oscuridad. "


- Oye, no escribe mal este tipo. Conozco esos lugares. Ahi trafican algunas cosillas que te ponen contento. ¿Eh?


"Lo se, puedo sentirte."


Si claro que me puedes sentir aguafiestas. Quizás un poquito de polvito blanco te pondría más feliz, libro de mierda.


- ¿Hay más? Continuemos entonces.


" Tengo imágenes vagas. No se si mis ojos están abiertos o cerrados; no se si estoy de pie o en el suelo; no se si es de día o de noche; tampoco si estoy despierto o soñando. Mis ojos y mi mente están confusos. Intento con desesperación retomar el control de mi mismo, pero sigo siendo asaltado por imágenes horripilantes; sombras afiladas, cuerpos destrozados, monstruos y bestias, sangre y muerte. Hace 4 años ya de eso. Hay uno ojos depredadores que me miran desde el fondo de mi mente, pero no se revelan. En el fondo de todo, hay un chillido largo, agudo y metálico; yo sé que es ese chillido, yo lo conozco; es el grito de acero de las aves cazadoras del desierto. Son las aves de mí de mi infancia.


Mi memoria se obstina en la imagen de las grandes aves de presa de mis desiertos infantiles en mi México natal, pero este chillido que me habita tiene un tinte metálico; está la nota inequívoca y profunda del bronce sagrado y vibrante, una nota que vive y se agita en el fondo de la llamada del cazador.


Cuando abro los ojos estoy en el suelo de la bodega, me he dormido o eso parece al menos, tengo la lengua pastosa y hace frío. Mi ropa esta sucia, mi mente da vueltas como uno de esos juegos de feria ambulante; tengo la vista nublada. No obstante puedo sentir que todos mis miembros están donde deben; sé que debo ponerme de pie y ver que es lo que ha pasado, pero en vez de eso me recuesto en el frío cemento de la bodega, flexiono mis músculos, más para saber si puedo hacerlo que por que lo necesite (en ese momento no estaba en condiciones de asegurar nada, con suerte hubiera podido decir si estaba vivo o muerto).


Ya de pie, las cosas no se aclararon más de lo que estaban antes. Estaba al fondo de la de la bodega cerca de los cuartos fríos, toda la bodega estaba a oscuras, miro mi reloj; son las 05.45 de la mañana, y recién esta comenzando a amanecer; ya hay reflejos de claridad en el horizonte profundo del mar, me niego a creer que he pasado tanto tiempo desmayado y lo tomo por falla del aparato. Me pongo a revisar la bodega por si hay daños, y algo que me dé una pista de lo que acababa de pasarme.


Sigo investigando pero las cosas no mejoran, las bodegas ha sido atacadas, el suelo esta cubierto de despojos, alguno reconocibles, otros no y son espeluznantes. Hay casquillos de bala en el suelo, el instinto hace que revise mi arma, solo para darme cuenta de que no la traigo encima, en algún momento la perdí, recuerdo mis clases de investigador y comienzo a buscarla de forma metódica y pausada (hago caso omiso del bullicio que me llega del exterior, lo que posteriormente demostró ser una estupidez enorme). La encuentro, esta a metros de la parte más dañada de las bodegas, arrugada como si la hubiesen estrujado, o más bien, como si la hubiesen empuñado con demasiada fuerza. Veo las marcas en el arma y mi cerebro enloquece. Mi cabeza se llena de destellos horripilantes, imágenes fracturadas. Mis oídos se llenan con el chillido acerado de una bestia que grita por ser libre; siento el impacto sólido a lo pargo de mi cuerpo, estoy de nuevo en el suelo; sudando, temblando como una hoja, presa de no se que embrujo antiguo que se ha apoderado de mí. Y entonces lo oigo. Oigo sus pasos desde el fondo de mi oscuridad… ya viene. A esas alturas ya se que es inevitable. Saldrá de dentro de mí… y saldrá haciéndome pedazos.


Voy a morir. Sé que voy a morir; miro al cielo en mis últimos momentos, buscando el consuelo que se le da a los santos o a los cobardes; pero solo veo un cielo negro, enrojecido y sanguinolento; un cielo purpúreo, poblado de bestias aladas, salidas de los avernos más antiguos del pecado del hombre; quiero pensar en algo, pero ya es tarde… ya viene.


El golpe de corriente llega desprevenido, brutal y salvaje; estalla en mi columna, me recorre entero, vértebra por vértebra, endureciéndome como un rayo de plata y bronce. Mí cuerpo se sacude incontrolable… ha llegado. En medio de una niebla que me rodea, puedo verme las manos, trato de gritar pero no se oye mi voz, solo se oye su chillido metálico ensordecedor. Ya esta aquí… Ahora él es yo… y esta enfurecido por eso."



Capítulo 10: La lección

-¡No te acerques más! ¡He golpeado ancianos más viejos que tú!

“Lo dudo”

¿Es idea mía o le cambio su tono de voz por uno más feo?

-¡Y por que diablos estás tan interesado en mí, eh! ¡Respóndeme eso, ya que me respondes todo lo que te pregunto!

“Humano ignorante. Aún no te has dado cuenta de lo que pasa, a pesar de que todas las evidencias están al frente tuyo. Te lo he dicho todo, así que no diré más. Entenderás cuando tú sepas más de las cosas que voy a enseñarte.”

-¡Tú no me vas a enseñar nada, libro roñoso! ¡Debería haberte usado para limpiarme el culo, o como lectura de baño en un terminal de buses!

Martin, estás provocando al libro. ¿Por qué mierda no cierras la boca y te callas un momento?

Puta, se está acercando con esas letritas voladoras suyas como satélites alrededor suyo. ¿Tan malo será lo que hay afuera?

“No puedes imaginarlo”

-¡Deja de meterte en mi cabeza, hijo de puta!

“No estoy en tu cabeza. Estoy en su mente”

-¡La misma mierda! ¡Te quiero afuera, ahora!

“Eso no es posible”

-¿Si? Entonces quizás la alternativa de irme caminando por lo oscuro no sea tan mala después de todo. ¡No será peor que tú, hijo de la mismísima gran puta!

Está encima mío. Hace un segundo estaba lejos, a metros de distancia. Es enorme, lo miro hacia arriba. Estoy frito.

“¿Eso crees, que afuera no es peor? Bien, ve entonces. Déjame ayudarte”

Me toma de la cabeza por detrás. Que fuerza tiene este bruto.

¡Hey, suéltame!

“No”

-¿Qué estás haciendo…?

¡El maldito me arrojó al vacío! Estoy en lo negro, no puedo respirar, no puedo…

¿No necesito respirar?

No siento nada. Sólo un apretón en la parte de atrás de la cabeza. No hay frío, ni calor ni miedo ni hambre ni nada.

Me disuelvo, relajadamente, como si fuera humo. No me importa. No me importa nada ahora. Todos son caminos a ninguna parte.

Me estoy deshaciendo.

Me deshago.

...

..

.



Un momento, algo viene.

Algo viene de la oscuridad.

¡Que mierda es eso!

¡¡¡AAAAHHHHHH!!!




“Muy bien. ¿Aún quieres irte?”

-Suéltame, jodido viejo. ¿Qué era eso, por todos los demonios?

“Depende. ¿Qué viste?”

¿Qué vi? ¿Qué era realmente lo que vi?

No lo se… era como humo negro, como si en el vacío un manto de oscuridad se moviera como agua… y ahí se formó una cara de algo, y abrió su boca enorme y me mostró sus colmillos, y me rugió. Y su rugido también era un chillido. Ese sonido me quería borrar, devorar, absorber. Se abalanzó sobre mí y sentí sus mandíbulas. Me iba a comer.

-No lo se. No se que era eso.

“Descansa humano. Puedo esperar”.




¿Cuánto tiempo ha pasado? En este lugar no puedo pensar en nada más que salir.

-Viejo, ¿Hasta cuando me voy a quedar acá?

“Hasta cuando estés descansado”

-¡Que bien, mi día de suerte! ¡Me siento descansado! ¡Me voy entonces!

“Tú no vas a ningún lugar”

Lo sabía.

-¿Y? ¿Me vas a tener retenido acá toda mi vida? ¿O sólo quieres verme sufrir, maldito maníaco hijo de…

“Veo que te sientes mejor. Entonces es hora de empezar con el relato. Puedes elegir la forma”

-¿Elegir que?

“La forma en que te voy a contar la historia de los Sobrevivientes”

Esto suena mal. No debo preguntarle nada, me va a ir mal, así que cerraré el pico por primera vez en mi vida.

-Los Sobrevivientes… ya veo. ¿La historia del tal Johnny?

Martin.

“La de él y sus compañeros.”

-Ah. ¿Y que es lo que tengo que elegir?

¡Martin por la mierda, cállate!

“Si quieres la historia contada por sus notas, leyéndola como hasta ahora, o estando adentro de sus sentimientos y recuerdos”

¿Adentro? ¿Sintiendo quizás que cosa? Ni muerto.

-Prefiero la lectura. Tú sabes, soy un muchacho de bibliotecas y todo eso.

“Muy bien. Algunas historias escritas de puño y letra por los integrantes del grupo las leerás. Las otras las observarás conmigo, en mis registros.”

¿Y eso es bueno?

-¿Oye, y cuanto va a durar esto?

“Lo que te demores”

Maldición. Soy lento para leer.

-Oye, tengo que trabajar mañana, digo, ir a buscar trabajo y si mi amigo me ve mal va llamar a la policía y a las ambulancias y todo eso. Así que no puedo estar mucho tiempo en esto.

“No te preocupes. Mañana todo esto habrá finalizado”

¿Qué me quiso decir con eso este viejo de mierda?

-Ok, terminemos esto rápido. Una pregunta ¿por qué…?

“¿Si?”

¿… me elegiste a mí para esto? ¿Pasa algo en especial o me van a hacer algo? Piensa imbecil ¿Es esa la pregunta que le quieres hacer, ah?

-Eehhh nada. No te preocupes. ¿Con quien partimos?

¡Se está riendo de mí! ¡Estoy seguro que se le dibujó una sonrisa! ¡Ya le rayaré unas cuantas hojas a ver si se ríe después!

“Ya leíste los primeros apuntes de Johnny Rotten. Ahora veremos los de Juan Segura.”

En fin. Si no me queda otra.

-Ok, muéstrame lo que escribió ese tipo.

Las letras que flotan alrededor de él empiezan a moverse más rápido, y de repente nos rodean a los dos, y empiezo a leerlas. Al menos hay efectos especiales.

Sólo me falta el pop corn.

martes, 7 de octubre de 2008

Capítulo 9: Descenso sin retorno.


Hago un pausa en la lectura y tomo un largo trago de cerveza. El living está cada vez más helado.


Esa historia... me trae recuerdos de algo, de un sentimiento que sepulté hace meses, desde el atentado en donde los guerrilleros árabes se agarraron a balazos con los militares en las mismas calles donde paseaba con mi ex.


Hay un recuerdo... que no quiero que salga. Borré algo, y no quiero recordar que. Mejor me levanto un rato, no me siento bien... algo se aproxima.


¿Que mierda me pasa? Siento el pecho apretado, y se mueve a la garganta, y a mi boca, y ahora en mis ojos, y mi cabeza. Algo se arrasta por mi cerebro... puedo sentir su roce... ¿Me está oliendo? ¿Que cosa tengo en mi cabeza?


Terror. Los escalofríos me recorren todo el cuerpo, y otras cosas también, bajo la piel, entre los músculos. Los siento reirse de mi, son como cucarachas. Están en todos lados. ¡Paren, paren que me están quebrando los huesos!


Grito y grito y grito. "¡Michael!" y lucho y me caigo y me tapo el pecho para evitar que aquello salga, que tome conciencia. Que dolor Dios mío, que dolor. ¡No puedes salir, no no no no!


El libro me quema las manos, y lo arrojó lejos. Tras mis párpados las letritas se multiplican como hormigas: cambian, mutan y hacen colonia frente a mi cornea. Se tomaron mis nervios ópticos y reptan lenta y ciegamente hacia el cerebro, hacia donde no los podré sacar más.


Llevo mis manos como garras hacia mis ojos. Sí, si me los arranco no llegarán, no se alojaran. Sí, eso, debo arrancármelos.


Ah, mis uñas están rozando la piel de las mejillas. Se sienten duras y frías y crueles. Me arrancaré todo de un tirón y gritaré de agonía, chillaré mi dolor y mi ceguera y luego, caeré. Pero las letras no se tomarán mi cabeza.


Ahí están, estoy palpando mis globos oculares. Las hormigas se revuelven histéricas, saben que las voy a sacar.


Sólo valor, sólo un tirón.


Un tirón fuerte, rápido. Ahora.



No puedo, no puedo hacerlo, no puedo hacerme esto.


Dios, apiádate de mí por favor.



Pobre chico. Esa cosa que tiene adentro está despertando. Aún no es tiempo. Duerme, criatura, duerme por ahora. Eso es, quédate quieta.


- Hey, muchacho.


- ¿Mmm?


Un suave aroma, cálido y fresco como la luz de la mañana, recorre mi piel. Siento paz, bienestar, y detrás de eso, una presencia fuerte y enorme. ¿Qué me está pasando? No quiero abrir los ojos, estoy comodo y protegido, estoy en mi casa, en mi útero. Déjenme aquí.


- Muchacho, Martin, despierta.


- ¿Mmm?


Hago un esfuerzo supremo, y sólo veo una luz pálida frente a mí. Una luz en medio de la oscuridad. Me refriego los ojos y por un instante siento pavor de sacármelos con mis propias manos. Las retiro con rapidez, ¿Qué me está pasando?


¡Y ella quien es!


- Hola, no te asustes. Soy Alexandra.


Le balbuceo una respuesta a ella, o a eso. Sobre mí hay una mujer hermosísima, de rasgos finos y cara delgada y larguísimo pelo plateado, que brilla.


Si, brilla, como si fuera la luna. Blanca como una estatua griega, con aplicaciones de plata y dos zafiros por ojos. Blanca como el fulgor de una estrella en la más oscura de las noches, como el camino que lleva a casa en la oscuridad.


- Hola.


- Tengo poco tiempo. Quiero que le digas algo a Johnny. Dile que lo siento mucho. Siento el desastre que dejé. Es mi culpa.


- Ok.


- Cállate y escúchame, por favor. Que no se te olvide lo que te voy a decir ahora. Dile que mi padre volvió, me habló desde algún lugar y me llama. Dile que voy a buscarlo.


- Llegó tu padre, bien.


- ¡No, no llegó! ¡Está en algún lado, escapó! Dile que siento mucho lo de la explosión, y que lo quiero.


- Ok. Se lo diré


¿Se lo diré? ¿A quien tengo que decirle que cosa? La chica hermosa, el fantasma de luz de luna, sale de mi espectro visual, y me incorporo. Estoy sentado en el suelo, con la sensación de que algo muy malo estuvo a punto de pasarme. ¿Y por que mierda estoy en el suelo? Yo estaba leyendo la historia de ese tipo...


Johnny Rotten.


Ahora empiezo a recordar lo que me paso. Me desmaye.


- ¡Hey!


Se fue. Quien quiera que sea, desapareció. Un fantasma con un mensaje para un muerto que escribe en un libro que cuenta historias. Nadie va a creer esto. Mejor me voy a dormir, y bien lejos de ese atado de problemas con hojas.


Buenas noches.



Estoy en el centro del único foco de luz. Afuera de él, la nada, el vacío, la inexistencia, lo mudo.


Y algo viene acercándose desde ahí.


Me parece que repta, aproximándose a los límites de la luz. Es algo negro, que ondula en el aire.


Se acerca más. Hago vista porque estoy cegado por la luz. Y aquello que está ahí se yergue sinuosamente trazando reflejos opacos en la oscuridad.


"Bienvenido"


- ¿Quien eres tu?


Esta entrando. ¡Está entrando! ¡La luz no lo detiene! ¡No tengo defensa contra él!


"Tranquilo"


Me habla un hombre con túnica y capucha. Veo su rostro, pero no puedo distinguir sus rasgos. Es como si tuviera cara pero en realidad no tuviera nada definido. Ni el color de sus ojos ni la forma de sus pómulos ni su nariz ni nada. Sólo parece viejo. Tiene sus manos metidas en las mangas y se las cruza sobre el estómago.


"No entres en la oscuridad o te consumirá y nunca más serás tú"


- Quien eres tú ¡Quien eres tú!


"Tengo muchos nombres, pero tú me conoces simplemente como el Libro"


Caigo de rodillas sin aliento. Sobre él y a su alrededor, se trasparentan unos símbolos. Los conozco, los leí en ese libro de mierda.


Estoy perdido.







lunes, 6 de octubre de 2008

Capítulo 8: La Crónica del Niño Centenario.


Crónica del Niño Centenario


Diario recopilatorio de las experiencias del grupo de los Sobrevivientes.


Versión comenzada el 7 de Agosto del 2004


Por Johnny Rotten.


Ese tipo otra vez ¿Quien será?


“Johnny Rotten es el jefe del Railroad Underground, e integrante del grupo de los Sobrevivientes. Junto a él volvieron Juan Segura,Valentine Kovac, Carol Miller, y el ser humano llamado Sara Li. Sus notas personales se anexan después de ésta.”


¿El ser humano Sara Li? ¿Una mujer?


"Si"


¿Y el resto que son?


“Nightbanes”


Empiezo a sentir frío en la habitación. Evito preguntarme porqué estoy leyendo esto.


Recapitulación

Miren donde me encuentro. En un cubículo de 1x1 peleando con un computador que se pega a cada rato. La vieja que hace el aseo, retira la basura y me balbucea algo pesadamente.


- “¿Ya no es hora de irse?”. Su acento, claramente del Bronx, me hace dudar si era una amenaza o una burla.


Todos en la oficina se han retirado. Yo soy el único periodista estúpido que sigue trabajando en esta pocilga. Claro, con esta máquina de mierda, jamás terminaré el maldito artículo. Puta que estoy enojado.


La vida me ha llevado a esto. A no tener rumbo ni destino. A seguir una corriente que norman los políticos, la religión, el capitalismo, ¡puaj! Esta sociedad puede sanar y matar, no hay término medio. Yo caí en lo segundo. Mis padres son unos grandes y prestigiosos empresarios, bendecidos por su venenosa hipocresía y un gran apellido que los mueve de fiesta en fiesta aquí en NY. Yo nunca encajé, yo nunca fui entendido. ¿Por qué es malo escuchar música punk, beber, fumar, follar? No soy un fucking delincuente, tengo mis estudios de periodismo y con excelentes notas. ¿Porqué tendría que ir al club, vestirme de corbata, hablar estupideces con estúpidos, y más encima pasarlo bien? No. Ese mundo no era para mi. Así que me fui. Tengo mi propia vida ahora. Anarco…si, pero no ignorante o delincuente.


Trato de calmarme, después de todo, este diario, el sensacionalista Esquire, ha ganado algo de su prestigio gracias a mis artículos; así que tenía que terminarlo hoy. Ok, gozo de una fama mediocre, pero es mi pasión. Después de todo, los monstruos siempre han sido un producto que vende. Son algo que nunca nadie ha visto, pero creen que existen. Es como la religión y la fe… ¡ja! Imbéciles.


Me burlo de todos, pero al mismo tiempo me estoy burlando de mi mismo. ¡Claro! Yo soy el que más seguro está de que estas cosas existen. Me refiero a los OVNIs, fantasmas, mitología. Yo estoy seguro que no es una farsa o literatura banal. Esta curiosidad me ha llevado hasta acá. No pienso detenerme, no importa lo que diga la crítica respecto a este diario. Algún día mis artículos serán hechos un libro y seré yo el que critique a todos los demás.


Debo volver a mi tema. Si, esta investigación está quedando muy buena. Ya me imagino a mis fieles lectores tratando de relacionar al Grendel con el Hombre Polilla y al Chupa cabras. ¡Ja! quedarán locos.


Por fin logro cerrar el maldito archivo. Lo grabo a un CD por si esta porquería de máquina no se le ocurre despertar mañana. Guardo el disco en mi mochila de mezclilla y una sensación de satisfacción me recorre todo el cuerpo. Hora de rock y cerveza.


De pronto un email cae en mi bandeja de entrada con un asqueroso sonido ¡bip! de un parlante viejo de PC. Fredy, me acabas de calentar la cerveza.


- “¡Que mierda!”. Me enojo conmigo por no haber apagado el maldito mail. No me queda otra que hacer click clik, después de todo, es el único amigo que tengo en este diario.


Me vuelvo a sentar, tratando de calmarme y leo el mensaje.


“Johnny, algo terrible está a punto de suceder, no tengo tiempo para explicarlo, creo que encontrarás todo en el CD que te he dejado en tu cajón. Por favor, cuida tu espalda y no recurras a tus amigos…- Fredy”.


Esto huele mal, pienso. Abro el cajón y ahí esta, es un CD. Me levanto un poco para mirar fuera de mi cubil y sólo veo a la negra al otro lado de la sala. Tomo el CD y lo meto en mi mochila junto al de mi artículo. Se me ocurrió revisarlo ahora, pero no lo pienso meter en esta basura de computador, así que debo encontrar otra máquina.


¿Qué le habrá pasado a mi amigo? En su seudo telegrama se leía a que estaba en apuros. Pero no iba a hacer caso en lo que me decía ¡por supuesto debía recurrir a mis amigos!


Tomo el ascensor hacia el estacionamiento donde se encuentra mi moto. La luz del subterráneo parpadeaba como a un ojo que le ha entrado una lagaña. El motor ruge, y yo rajo de este lugar.


Estoy perturbado por el mensaje de mi amigo, pero más perturbado quedo cuando salgo del estacionamiento.


Se que era tarde, pero esta noche no podía ser más oscura, que todas las que había vivido en mis miserables 30 años.

La noche más oscura


El cielo parecía estar sangrando. Me imaginé sangre envenenada hirviendo hasta convertirse en nubes de tóxico gas moverse y mezclarse en las alturas. Creo que este paisaje, alguna vez lo escribí. Jamás pensé que lo iba a presenciar.


Una colisión múltiple en la esquina me saca de mis nebulosos pensamientos. Veo el cuerpo de una mujer atravesar el parabrisas del auto hasta reventar sobre la asustada cara del autobús.


Mi mano izquierda aprieta mi bolso, diciéndome que hay cosas mas importantes que un choque; mi amigo Fredy en problemas. Mi mano derecha acelera, estando de acuerdo que debemos desaparecer de ahí. En segundos estoy lejos de la escena.


¿Que demonios está pasando? Veo caos por todos lados. Choques y gente corriendo, gritando incoherencias. Acelero, tomo una curva y tengo que esquivar un tumulto. La gente está en las calles, todos miran hacia arriba.


Yo no. Miro hacia delante. De esta moto no me caigo y menos por culpa de algún pendejo que se encuentre paveando mirando el cielo.


Al fin llego a la casa de mis amigos. Estos punkies seguro que están borrachos y volaos sin saber lo que está pasando afuera. Espero que no. No se me ocurre otro lugar a donde ir.


La puerta ha sido forzada. Pedazos de madera me amenazan con sus puntas astilladas. Le doy un suave empujón a la puerta y esta se abre con un tétrico chillido.


Sangre. Sangre en el suelo y las murallas. Veo el oscuro pasillo pintado de rojo y un olor que me da arcadas. ¿Qué mierda…? ¿Qué pasó aquí? ¿Dónde están mis amigos?


- “¿Fredy…muchachos?”, grito en vano. Mis pisadas se pegan al piso con el asqueroso sonido de sangre coagulada. No hay nadie. Registro todo el lugar sin encontrar a nadie. El desorden está peor que nunca, como si hubiesen entrado a robar y matado todos. Un estertor de miedo me recorre de pies a cabeza. No hay nadie. Sólo la tele chisporrotea en el living.


Mi mano tiembla cuando tomo el Mouse y acciono Play en el reproductor de media del computador. El VHS conectado cobra vida y la tele ilumina toda la escena de muerte.


El cuerpo escamoso de un gusano gigante recorre toda la habitación. Su lengua sibilante distorsiona el sonido de los parlantes. La criatura recorre todo el lugar pasando sobre los cuerpos de mis amigos, como si buscara algo. Miro sobre el televisor. La Web Cam lo capturó todo. Miro hacia los sillones, ninguno de mis amigos están allí. Sólo sangre y desorden. En la pantalla, la criatura desaparece y la imagen se vuelve borrosa.


Estoy perturbado. Mi lado profesional me hace saltar en una pata, celebrando la filmación de un monstruo. Mi lado humano me hace sentir miedo, pena y rabia por mis amigos que seguro están muertos. No atino a nada.


Trato de calmarme. Si llamo a la policía, lo más probable es que las líneas estén ocupadas. El desorden afuera parece ser general. Aunque vinieran, me culparían a mi de esta masacre. Debo calmarme. ¿Qué puedo hacer ahora? Tengo que mantenerme tranquilo. Tiene que haber alguna respuesta.


Vamos...por favor… Fredy, ¿en que diablos te has metido…?


Sin darme cuenta, estoy apretando Eject y guardando la cinta en mi bolso. Tomo el CD que me ha dejado Fredy y lo inserto en el computador. Texto e imágenes comienzan a fluir.


No se como relatar lo que veo a continuación:


Foto 1: El Pentágono


Foto 2: Ala N-E del Pentágono con un círculo y una flecha roja que le apunta al departamento de Forense NSB.


Foto 3: Muy borrosa para entender.


Texto 1: “Cuatro puertas se abrieron en la noche de oscuridad: Perú (matanza en aldea), Alpes (luchas sangrientas, muchos animales muertos), Tibet (muerte del Dalai Lama), Australia (nace albino, hijo de diplomático).


Texto 2: Los Buscadores - Magos. Escrito por mi colega Fredy (Esquire). Año 2000, cerca de mayo habrá cataclismo. Acercamiento de dimensiones paralelas. “Dimensión de la Noche”.


Texto 3: Documento azul con estampe negro. Escrituras Árabes. Font Enoch.


Por este último texto, se me ocurre buscar traducción en la red, pero mi intuición me hace desconfiar.


Desconecto la interfaz inalámbrica y el computador queda offline.


Un crujido rompe mi concentración. Dos pasos suenan en entrada.


- “Señor Jonny Rotten. Soy el agente Smith. Quisiera hacerle unas preguntas”. El tipo de traje negro y cara pálida no parece percatarse que a su alrededor ha ocurrido una matanza. El asesinato de mis amigos.


Disimuladamente saco el CD del computador y lo guardo en mi bolso. Me doy vuelta para encararlo.


- “¿Quién eres?”, pregunto desafiante. Pero me engaño a mi mismo. Estoy asustado.


- “Sólo quiero el manuscrito. Entréguemelo y os dejaré partir. Ese es el trato”. El siniestro hombre se ajusta la corbata y me sonríe mostrándome unos perfectos dientes blancos.


Mis pies parecen haberse pegado a la sangre en el suelo cuando intento moverme. La asquerosa imagen de mi propia sangre mezclándose con las de mis amigos me revuelve el estómago. La locura se apodera de mi.


Corro hacia la cocina. Un disparo claramente ahogado por un silenciador acompaña mi huida. Tres disparos seguidos tratan de cortarme el paso. Atravieso la puerta literalmente y casi pierdo el equilibrio. Una bala pasa silbando a través del vidrio de la cocina. Corro alrededor de la casa hasta mi moto.


Por favor, amiga mía, parte a la primera.


El viento trata de peinarme, pero mis mechas tiesas no lo dejan. La moto ruge a toda velocidad esquivando fuegos en el camino y gente enloquecida que grita. Me he librado, pero no se de que.


- “¡Ayúdame…por favor!”. No se como lo escucho pero reconozco la voz. Es mi amigo “Huesos”, apodo ganado por lo alto y esqueléticamente flaco. Freno en seco. El motor ahora me deja escuchar mejor. El caos parece no ceder.


- “¡Huesos! ¿Qué está pasando?”. No me responde. Se sube a la moto y se agarra con fuerzas.


- “¡Acelera!”. A media cuadra de andar me doy cuenta que estamos arrancando de algo. Algo muy grande.


Ese ‘algo’ descarga su gigantesca espada sobre nosotros.


Cuando uno sueña, siente que pierde el control del personaje que está actuando en la escena del sueño. Como si tuviese mente propia. A veces uno lucha por controlarlo, pero el inconsciente es más fuerte. Uno se siente débil en ese mundo, porque es aquel personaje el que está en control. Con una fuerza que va más allá de la imaginación.


Eso estoy sintiendo ahora. Estoy en control de mi sueño. Estoy en control de un ser que parece haber sido sacado de unos de mis propios artículos. Me siento liviano y pesado a la vez. Mis ojos se agudizan, parece que veo en la oscuridad, parece que estoy volando.


Desde arriba veo un esqueleto partido en dos. Las piezas se empiezan a mover, buscándose en la oscuridad.


El gigantesco filo se vuelve a elevar. Un disparo retumba en la lejanía y la hoja se detiene con un fuerte estertor.


El suelo lo veo temblar. Al fin reacciono. Miro a mis costados sin poder creerlo. Dos alas blancas aletean con calma. Del puro asombro, abro los ojos de par en par, pero uno no quiere obedecer. Miro hacia abajo, luego hacia la gigantesca mole que chilla de dolor.


Un monstruo verde, de hinchados músculos le azota un seco golpe en el centro de la coraza de la criatura. La armadura negra cruje hueca y sale disparada hacia atrás.


Otro disparo retumba en el callejón. El suelo vuelve a temblar. Yo no lo siento, lo veo todo desde arriba.


Veo monstruos. Creo que soy uno. Creo que me gusta.