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miércoles, 6 de agosto de 2008

Capítulo 3: Presencias

Gracias a Dios que aún me quedan amigos, y nadie como este. Me dejó las llaves con el administrador del edificio, comida en el refrigerador y el número de su celular pegado con una fruta magnética, por si tenía algún problema. Me hizo sentir una niñita, pero agradecí la preocupación..

En mi mochila, arrumbada perezosamente en el sofá, está todo lo que quedó de mi vida anterior: un par de camisas, un pantalón vaquero, un par de zapatos y nada más. Así que eché el libro, para compartir mi miseria con el dueño de esos recuerdos.

Por todos los canales aparecen noticias del desastre. Que explosiones subterraneas, que gas natural, etcetera. Cada cierto tiempo hablan de los cuerpos rescatados e identificados. Cambie compulsivamente las estaciones, hasta que me quedé en una antigua repetición de Friends.

Mis ojos están frente a la imagen, pero no miran nada. Mi mente vaga por las profundidades más oscuras, ciega, sorda e insensible. Alcanzo a tener la sensación de estar aturdido, pero no me importa. Sólo quiero estar ahí, en ese espacio, sin hacer nada.

Mirando al vacío.

Y de repente, tengo una sensación que me eriza los pelos de la nuca.

El vacío me devuelve la mirada.

Salto del sillón. Hay algo ahí. Siento un miedo primal, básico, de sentirse a punto de ser cazado. Las risas grabadas de la televisión se escuchan escalofriantes, como las carcajadas de muchos que me rodean, observando mi indefensión, esperando a que me devoren.

Aquí está el interruptor. Encendí la luz, no hay nada. Muy bien, vamos paso a paso por el departamento, pieza por pieza. Nada.

¿Por que diablos me siento así?


Abrí el refrigerador, saqué una cerveza y queso, y me siento de espaldas a la ventana, mirando la puerta.


¡Maldición! ¿De donde viene esa mirada? ¡No puede estar afuera, a diez pisos de altura! ¿Por qué la siento todavía a mi espalda, clavada en mi nuca? Necesito distraerme. televisión fuerte, eso es. El libro, ¿donde lo dejé? Aquí está. Ok, leamos y no prestemos atención a nada. Amigo Johnny, lo escuchó.


" II


Bat en mano, salí a la calle. No recuerdo mucho de ese momento, la verdad. Sólo sensaciones de recibir empujones, insultos, y de mucha gente corriendo hacia todos lados y hacia ninguno.

Una señora se afirmó de la solapa de mi chaqueta. Me tironeó hacia abajo mientras caía de rodillas. Simplemente lloraba, y su llanto era infantil, miedo puro. Desamparo. La levanté, le pasé mi brazo libre sobre sus hombros y empezamos a descender hacia alguna calle principal.

Aquel cielo negro tenía atrapada mi atención, como una mosca cautiva por un pan con mermelada. Creo que mi corazón latía con tanta fuerza que pensaba que las pulsaciones venían desde aquel firmamento vacuo.

Dadas las circunstancias, mirado en retrospectiva, era muy probable.

Por instinto, la gente se dirigía hacia los puentes. Brooklyn era un imposible. Manhattan y Williamsbridge también. Bajé por Atlantic y doble a la izquierda en la Cuarta. Entre todos los gritos, uno llamó la atención de la mujer que me acompañaba y de un tirón se liberó de mi abrazo y se sumergió en la multitud. No la volví a ver.

Enfilé hacia la parte sur de Brooklyn. Tenía amigos allí y éste era un momento para no estar sólo.

Debía ser pasado las diez de la mañana, cuando desde los helicópteros que llevaban varias horas rondando los cielos empezaron a emitir mensajes a la gente. Pedían calma, llamaban al orden y decían que las tropas de resguardo venían en camino. Ahora me río con todo eso, nadie los tomaba en cuenta.

Después de todo, para la gente estaba sucediendo el Apocalipsis.

Fue llegando a la esquina de Carrol cuando, por primera vez en mi vida, vi un Nightbane. Fue una visión fugaz. Algo gigantesco y escamoso reptaba en las sombras, arrastrando una larga cola, mientras sostenía por el cuello a un tipo vestido de traje, claramente muerto. Se me cayó el bat.

Me refregué los ojos, y ya no estaba. No había nadie. Alucinación, según yo.

Quedé paralizado entre medio de dos sentimientos: Correr aterrorizado hacia el departamento de Nicky a refugiarme de esta locura, y curiosidad por saber que diablos estaba pasando ahí.

Gano la alternativa lógica. No paré hasta llegar al refugio en calle 21 esquina Cuarta avenida, segundo piso, primera puerta a la derecha. El departamento estaba lleno de personas, casi todas en silencio, mirando la refulgente pantalla del televisor. Las noticias transmitían imágenes de todos lados del planeta. Todos estaban igual que nosotros. Caos, histeria, saqueos y diferentes manifestaciones de lo peor de nuestra especie.

Hicieron contacto en directo con la NASA. Hablaba un tipo calvo, alguien tosió y todos lo hicimos callar. Mostraron imágenes satelitales de lo que ocurría, y nadie se atrevió siquiera a respirar.

En el vacío del espacio, donde debía haber un planeta azul y blanco, flotaba una esfera negra, opaca. Nuestro planeta."

1 comentario:

Unknown dijo...

Que buena!!!
Felicitaciones Gatio, y gracias por compartir los ojos, oídos y piel de Juan con nosotros.
Sara Li enviará en algún momento un correo encriptado desde alguna remota isla del Adriático...