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miércoles, 6 de agosto de 2008

Capítulo 2: Johnny

"Mi nombre es Jhonny Rotten. No, no es un alias ni un seudónimo de rockero o escritor beat de mala clase. Ese es el nombre que me dio mi primera familia. El otro nombre, bueno, es bastante más particular.


No se bien por donde empezar, si explicándoles quien soy, quien era más bien, o cómo viví el fatídico día sin noche.


Corría el día 6 de abril del 2000. Atrás habían quedado las amenazas del acabóse del mundo. No se cayeron los aviones, ni los computadores se volvieron locos. No llegaron mensajeros divinos ni la tierra se partió por la mitad. Yo celebré ese año nuevo como corresponde a un punk mal nacido: tomando cerveza hasta hartarme con mis amigos y escuchando guitarras crudas y malas, y peores vocalistas en algún bar que no recuerdo.


Mi trabajo en el Equirer como reportero y fotógrafo me daba para pagar un cuartucho en la Gran Manzana, y coleccionar discos de vinilo. Nada de esa basura digital de cds y dvds. Para eso tengo mi cámara digital y mi pc de trabajo. Hay que adaptarse, pero nunca tanto.


Y llegó aquel día. Mejor dicho, no llegó el día.


Me despertaron los gritos de mis vecinos, porque la noche anterior había tenido una fiesta de aquellas, y la cabeza la tenía embotadísima por exceso de Bud. Intenté enfocar la vista y me incorporé con dificultad. El dolor de cabeza no me lo estaba poniendo fácil.


Abrí las ventanas, y desde mi piso observé algo que nunca voy a olvidar, dentro de todas las cosas increíbles que me sucedieron desde ese momento en adelante: la gente de NY corría, desesperada, lanzándose desde los techos de los edificios, golpeándose hasta morir en los callejones aledaños. Los llantos de los bebes se mezclaban con los gritos confusos de la gente, que llamaban a Dios o a quien quisieran llamar, pidiendo perdón. Los balazos los siguieron como siguen los truenos al relámpago.


La borrachera desapareció al instante. No entendía nada. Miraba hacia todos los costados, hacia el cielo, buscando la causa de esto. Olfateaba el aire, por si había algún hedor que pudiera hacerme entender que era lo que causaba todo esto. Pero nada. Una noche común y corriente. A excepción por las estrellas.


Haciendo un esfuerzo, enfoqué lo mejor posible mi vista hacia el cielo, pero no pude ver nada brillando. Ni un pálido reflejo. Y la noche era límpida, negra, como no había visto nada así en mucho tiempo. Se parecía a las noches de campo en la casa de mi tía, que en paz descanse. Era igual, pero negra absoluta.


Eso no era normal. En una ciudad como NY la contaminación lumínica es brutal. Ni en las noches más despejadas aparece un cielo así.


Y aunque así fuera ¿Dónde diablos estaban las estrellas? ¿Qué hora era, de todas maneras?


Busqué mi reloj a tientas, sin apartar la vista de la ventana. Un par de golpes feroces amenazaron con echar abajo mi puerta, y las voces de los vecinos de 306 y 307 me taparon a insultos. Inmediatamente me agaché para sacar el bat debajo de mi cama, y me incorporé. Admito que sudaba frío.


Entonces, se escucharon balazos en el pasillo, y más gritos, y gente que corría. Los pasos se detuvieron en mi puerta. Quien fuera, tenía una arma de fuego, y eso era mucha desventaja. Me pasé la lengua por los labios, y me preparé para recibir al visitante armado.


Sus pasos se alejaron de mi puerta de manera calmada. Estuve un minuto en silencio, tal vez dos. Todo ese tiempo sin respirar. Y el silencio siguió al barullo infernal al otro lado de mi puerta.


Sin soltar el bat, me volví para ver la hora, y el reloj Seiko arrojaba algo inverosímil.


Eran las 8:30 de la mañana."

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